WCS: ¿Cómo protegen a los animales y a sus hábitats en Argentina?
La Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre -WCS- se dedica a preservar la vida silvestre, hábitats y animales marinos y terrestres. Su trabajo en Argentina va desde los problemas de la pesca, el petróleo, las especies invasoras hasta el tráfico de animales
Por Florencia Padrón
A+S dialoga con Santiago Krapovickas, licenciado en Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires, gerente del Programa de WCS, sobre sus principales proyectos en Argentina.
WCS es una organización internacional dedicada a la conservación de la diversidad de todas las especies, hábitats y ecosistemas con programas en el ámbito marino, costero, terrestre y otros transversales en la tierra y el mar. Su objetivo es mitigar, controlar y prevenir los factores que amenazan a la vida silvestre.
Fue creada en 1895 en Estados Unidos y desde fines de los años 60 empezó a transformarse en una organización internacional. Cuenta Santiago Krapovickas que por la misma época llegó a Argentina para trabajar principalmente en La Patagonia, un poco en La Puna y en El Altiplano Andino. En la actualidad están presentes en unos 60 países.
Busca que las personas obtengan un beneficio en el cuidado de la naturaleza, desarrollar sus actividades económicas y tener una vida digna en coexistencia. Por ejemplo, a través del turismo en las áreas protegidas y las buenas prácticas de la pesca y de la ganadería.
Áreas protegidas
Uno de sus puntos de trabajo es fortalecer las áreas protegidas marinas, costeras, y terrestres, explica Santiago Krapovickas, que estos espacios son designados para la conservación, por lo cual, tienen muy poca intervención humana. “Esperamos que pueda prevalecer la biodiversidad y todos los usos de la naturaleza que no implican la extracción, como la contemplación, la recreación y el turismo que se benefician muchísimo de estás áreas muy bien conservadas con paisajes hermosos y la vida silvestre en su esplendor”.
Protección especies marinas
Fuera de las áreas protegidas se encargan del seguimiento de especies de aves marinas y de mamíferos marinos, y la categorización de su nivel de amenaza -suman a peces e invertebrados-. Además, buscan que todas las actividades humanas del mar estén regidas por las leyes y por “las mejores prácticas que se conocen” para que no sean una amenaza para la biodiversidad.
Señala respecto a la pesca: “Es una actividad económica muy importante que puede causar efectos indeseados sobre la vida silvestre y generar una mortalidad excesiva de muchas especies”. Esto se debe a la pesca masiva de las especies “objetivo” y por la captura incidental que se descarta, al no ser lo que buscaba la empresa pesquera, por ejemplo, cuando buscan langostinos y también capturan juveniles de merluza.
“Trabajamos muchísimo con científicos porque es una organización con base en los datos concretos, en información”, asegura. “Desde WCS y las organizaciones que colaboramos vemos que tenemos un país privilegiado. Argentina tiene instituciones y profesionales muy bien formados para la gestión de la biodiversidad marina y para buscar las mejores alternativas para reducir los problemas y las amenazas que generan tanto la pesca, como la búsqueda de petróleo en el mar que puede tener impactos negativos muy fuertes”.
Tráfico ilegal
Otra de sus áreas de trabajo es el combate al tráfico ilegal de vida silvestre. Krapovickas detalla sobre el contrabando “Nos preocupa, es un problema mundial y en Latinoamérica está potenciado. A través de nuestras fronteras se van parte de nuestros animales, extraídos de sus hábitats naturales, y son exportados, en algunos casos, hacia otros continentes, como Europa, América del Norte o Asia”.
“No soy mascota” es la campaña de concientización internacional que realizan en Argentina junto a Teimaikén y el Instituto Jane Goodall para desalentar la demanda de la fauna silvestre hacia las 3 especies más traficadas: “aves (como el cardenal amarillo, el guacamayo rojo y el loro hablador), tortugas y monos”. Además de que es ilegal y muchas están en peligro de extinción, remarca el riesgo que conlleva por la propagación de enfermedades de los animales a las personas.
A fin de intentar reducir el tráfico de especies, Santiago Krapovickas resalta que desde WCS colaboran con otras organizaciones y con el gobierno. Además, ayudan a las personas que viven del tráfico para que puedan tener otras formas de vida sin causarle daño a la naturaleza .
Proteger el Bosque-Parque de Caldén
Ubicado en sectores de La Pampa, San Luis y al sur de Buenos Aires, Santiago Krapovickas señala que aún no tiene “grandes áreas protegidas” y tampoco es muy utilizado por el turismo. Explica: “Deseamos colaborar en una iniciativa interinstitucional para que persista en el tiempo, sea bien manejado y restaurado”.
Lo llama bosque-parque porque es el bosque del árbol Caldente -un algarrobo pampeano- con manchones muy extendidos de pastizales de muy alta calidad para la ganadería. Sostiene que se debe proteger frente a las actividades humanas, los incendios, el cambio climático y la aparición de especies invasoras que lo degradan.
Especies invasoras
Hay especies invasoras vegetales y animales en el bosque-parque de Caldén. Hay árboles que fueron plantados para tener sombra en las estancias de los campos y en los caminos de las rutas. Explica: “Los Olmos, por ejemplo, terminan siendo invasores porque se propagan solitos y empiezan a meterse entre estos lugares de pastizal, entre los caldenes y te empiezan a transformar todo en un bosque cerrado”.
Por otro lado, aclara que los animales invasores, por ejemplo, son los ciervos en La Pampa. Argumenta: “Todos tienen presentes los ciervos de La Pampa, pero son introducidos, vienen originalmente de Europa, el Ciervo Colorado, el Ciervo Dama, el Ciervo Axis. Los trajeron hace muchas décadas porque son hermosos y algunos los han querido en sus campos para cazarlos”. El problema que generan es que le quitan recursos a la fauna silvestre y al ser herbívoros causan degradación ambiental.
También está presente el jabalí europeo “no sólo en la provincia pampeana, sino que está extendido hasta el norte de La Patagonia”. También causan degradación ambiental, compiten con la fauna nativa y atacan sembrados, chacras o zonas de producción hortícola.
Por el nivel de invasión que se encuentran resalta que ya no se pueden erradicar prácticamente. “No es factible”, asevera. Pero, sí se puede controlar y tolerar cierto nivel de invasión a fin de lograr un paisaje similar al que había originalmente. Concluye: “Un paisaje equilibrado produce un montón de beneficios, algunos económicos (mejores pasturas para el ganado) y otros significan un valor escénico, cultural y espiritual para los pueblos originarios porque era el paisaje original de esa zona”.
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