Revolucionando el consumo: circularidad y sustentabilidad en los consumos de moda en medios digitales
Esta es un versión reducida de una ponencia expuesta en las XIV Jornadas de Sociología UBA, la cual se desprende de un capítulo de una investigación doctoral en Comunicación Social enfocada en consumos de indumentaria de moda a través de medios digitales y plataformas virtuales (Instagram y Renová Tu Vestidor) de Argentina en los últimos cinco años. A partir de la misma se han podido recabar datos que demuestran que una proporción considerable de la población consumidora de moda está cambiando sus hábitos de consumo, adoptando prácticas novedosas que van incluso más allá de la adquisición de prendas de segunda mano o de marcas sustentables. En el presente trabajo se vislumbran algunas de esas prácticas ingeniosas y resistentes al mercado, las cuales han estado aconteciendo en la virtualidad y que, a su vez, promueven una mayor concientización sobre la contaminación y el trabajo precario de las grandes cadenas de fast fashion, así como también una mayor estima sobre el reciclaje, los trueques y otras acciones de desarrollo sustentable.
Para comenzar es preciso contextualizar que en este mundo capitalista, la moda ha estado produciendo a un ritmo irrefrenable a partir de la llamada fast fashion o moda rápida.Este fenómeno ya no responde a los ciclos de transición de estaciones sino que alienta a un cambio semanal, incitando a un consumo compulsivo y descartable por sus bajos costos, que devienen de una cadena productiva con fábricas en países empobrecidos, donde la mano de obra es sumamente barata y se sirve de un suministro de materia prima de mercados más accesibles. Las compañías fast fashion como Zara, H&M, Forever 21, Primark, Topshop, la chilena Falabella, entre otras, no son las únicas que venden prendas a precios irrisorios. En nuestro país, muchos comercios transaccionan con indumentaria proveniente del barrio Once o de la reconocida Feria La Salada, emplazada en Lomas de Zamora, Buenos Aires, o incluso de marcas que operan con talleres clandestinos (Defensoría del Pueblo, 2016; Garat, 2016; Montero Bressán, 2012).
Desde la producción, la moda ha estado intentado cambiar su naturaleza destructora, pero esto sólo es factible a largo plazo. Si quienes consumen moda no apoyan una opción sustentable al comprar algo más costoso o en otros tiempos, una moda con dichas condiciones se vuelve insostenible. Esto último acaece en un claro dilema para los modelos sustentables emergentes puesto que la gestión de un diseño y producción sustentables conlleva mayor dispendio y, por ende, se termina consolidando como un consumo de lujo. Y ese tipo de lujo todavía es imposible que impere en sociedades donde reina la carencia. Allí reside la gran traba al avance de lo sustentable en la moda. Parece ser que es sólo para un pequeño sector poblacional que puede darse el lujo de costearla.
La moda sustentable no sólo compete a la fase del diseño y producción sino, y más precisamente, a las fases de uso y consumo. Se estima que una cuarta parte de la huella de carbono del ciclo de vida de la indumentaria proviene de la fase de uso y que en la fase posterior al uso, el desperdicio, representa casi dos tercios de su ciclo de vida. Justamente, es una instrucción activa y consciente, impulsada conjuntamente por los gobiernos y las empresas, la estrategia más sensata y viable que podría llegar a generar cambios significativos.
En este entorno, la resistencia de prácticas de consumo sustentable no se trata de una simple tendencia que va y viene en la moda (si bien muchas veces constituye una estrategia de marketing para marcas e influencers), se refiere más bien a una necesidad que está en crecimiento porque la vida de la humanidad sobre este planeta se volverá cada vez más compleja si la industria textil sigue produciendo con los estándares actuales de contaminación y sus códigos poco éticos, pero lo que es más triste aún es que si esas transformaciones acontecen sin el acompañamiento desde el lugar del consumo, la degradación ambiental seguirá prevaleciendo.
Entonces, en este estudio las prácticas más salientes en los medios digitales y plataformas virtuales han sido los trueques, las compras locales, las de indumentaria de segunda mano, la circularidad a partir de donar y regalar, la menor frecuencia de consumo, el reciclaje, la restauración e intervención de prendas personales a partir de la inspiración en redes y el consumo de diseño sustentable, en menor medida. Los motivos se enraizan en preocupaciones altruistas, por la humanidad, los animales y el planeta así como también en aspectos hedonistas y pragmáticos, propios de un consumo esnobista y alternativo. Cualquiera sea la razón las personas optan por este tipo de prácticas para consumir moda expresando sus subjetividades.
La caja de Pandora ha sido abierta a partir de las posibilidades que las redes sociales y plataformas virtuales habilitan, tanto con sus ventajas como sus desventajas. Los espacios de comentarios, las reseñas obligadas luego de una compra online y los foros alimentan las apreciaciones posibles sobre las marcas, los productos, el origen de los materiales, entre otros detalles que cada internauta logra escarbar en lo más profundo de la web. Pero no es únicamente eso, se propician también espacios de transacciones que trascienden los canales convencionales del mercado.
Los trueques, ya sea en perfiles y grupos destinados a ellos, se han proliferado pero también las personas desde sus propios perfiles buscan incentivar en sus círculos íntimos la idea de un intercambio fraterno de productos y servicios. Asimismo, las prácticas de compra de indumentaria de segunda mano esbozan un deseo manifiesto de querer reducir el desperdicio y apoyar al medio ambiente. Del mismo modo, saber que así se están achicando los riesgos para el resto de la sociedad, comprando productos en cuyo proceso no se ha explotado a sus fabricantes, apoyando comunidades locales, impulsando una economía circular, todo eso genera tranquilidad y una sensación satisfactoria. Por eso mismo, los sentimientos de libertad de culpa están intrínsecamente ligados a la posibilidad de obtención de placer.
Con todo, el oxímoron de una moda sustentable sigue presente exponiendo la disyuntiva entre una moda sustentable pero lujosa o una moda accesible para el pueblo. Lo que se ha convertido en un verdadero lujo, y no esencialmente económico, es poder vestirse, ya sea con prendas trocadas, usadas, recicladas o de marcas sustentables, exhibiendo los principios que se acarrean sobre el cuidado personal y el del resto de la humanidad en pos de una mejora para todo el planeta.
El sentido de resistencia más cautivador encontrado en este estudio es que se hayan dispuesto nuevas maneras de responder al deseo humano y a la subjetividad, de comunicarlas virtualmente al resto de las personas para intentar difundirlas, como son los ejemplos de subvertir el sistema intentando limitarse a intercambios que excluyen el dinero, o los que invitan a revolver el propio guardarropas para descubrir qué había allí guardado y escondido que se puede volver a usar, intervenir, cambiar, regalar y trocar. Esas prácticas trastocan todo lo acontecido hasta el momento y se están gestando principalmente a partir de la optimización en el uso de las redes sociales y otras plataformas virtuales.
Más allá de esta versión optimista de las prácticas de moda sustentable que están aconteciendo, es imposible desconocer que un nuevo horizonte se avizora donde la educación sigue erigiéndose como institución y valor fundamental para espolear transformaciones en términos eco sociales, promoviendo así prácticas conscientes que lleven a la humanidad hacia buen puerto.