Visión nocturna, longevidad celular, conexión cerebro-computadora y audífonos con IA: nuevas habilidades potenciadas por la tecnología
La visión infrarroja ya es posible con nanotecnología aplicada a lentes de contacto. La inteligencia artificial busca alargar la vida hasta 20 años. Empresas crean dispositivos para traducir la actividad cerebral en acciones. Y un gadget comercial mide la concentración y detecta Alzheimer
Por Judith Scheyer
El cruce entre neurociencia, inteligencia artificial y sistemas biológicos está dando lugar a tecnologías que apuntan a modificar las capacidades humanas, tanto para reparar funciones deterioradas como para expandir los límites físicos y cognitivos. En este contexto, surgen avances que permiten extender la percepción, mejorar el control mental y alargar la expectativa de vida con herramientas inéditas.
Uno de estos desarrollos está enfocado en ampliar el rango visual. Investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China crearon lentes de contacto capaces de detectar luz infrarroja, invisible al ojo humano. A diferencia de los dispositivos de visión nocturna tradicionales, estos lentes no requieren baterías y ofrecen imágenes multicolores. Su funcionamiento se basa en nanopartículas integradas en polímeros flexibles, similares a los de los lentes convencionales. Estas partículas transforman la radiación infrarroja en señales visibles.

Según el neurocientífico Tian Xue, responsable del estudio, los lentes permiten recibir mejor la información cuando los ojos están cerrados, ya que la luz infrarroja cercana penetra con mayor eficacia en los párpados que la luz visible. Las aplicaciones incluyen detección en condiciones de poca luz, interpretación de señales codificadas y uso en situaciones de emergencia. No obstante, aún presentan limitaciones: generan imágenes borrosas debido a la dispersión de la luz y solo captan señales infrarrojas intensas.

En el campo de la longevidad, OpenAI junto con la startup Retro Biosciences desarrollaron GPT‑4b, un modelo de inteligencia artificial diseñado para intervenir sobre los factores Yamanaka, proteínas clave para revertir células adultas a un estado pluripotente. Sam Altman, CEO de OpenAI, invirtió 180 millones de dólares en el proyecto, que apunta a sumar hasta diez años a la esperanza de vida humana. GPT‑4b incrementó más de 50 veces la eficiencia de dos de estos factores, y a diferencia de otros sistemas como AlphaFold, no se limita a predecir formas sino que modifica secuencias activas de proteínas.

En paralelo, Jeff Bezos financia Altos Labs con 3.000 millones de dólares. Esta empresa biotecnológica trabaja en la reprogramación celular para prevenir enfermedades y regenerar tejidos, buscando restaurar el estado original de las células y extender la vida saludable hasta en veinte años.
Otro eje de avance es el control de dispositivos mediante señales cerebrales. Empresas como Paradromics, Neuroscience y Synchron desarrollan interfaces cerebro-computadora (BCI) que exploran la posibilidad de registrar recuerdos con precisión audiovisual o transferir pensamientos entre personas. Elon Musk registró las marcas “Telepathy” y “Telekinesis” como parte de este enfoque, orientado a interacciones sin lenguaje verbal.


En el plano comercial, la compañía Neurable lanzó los auriculares MW75 Neuro, que utilizan electroencefalografía y algoritmos de IA para medir los niveles de concentración del usuario. El sistema informa a una app móvil que sugiere pausas cuando detecta fatiga mental. Además, puede detectar signos precoces de trastornos neurológicos como Parkinson o Alzheimer. El dispositivo, que ya se emplea en clínicas de longevidad en Dubái, está disponible en el mercado por 700 dólares.

Estos avances delinean un nuevo escenario en el que las funciones humanas se combinan con tecnología de frontera, integrando capacidades ampliadas que hasta hace poco formaban parte de la ciencia ficción.

Estas tecnologías aún están en etapas distintas de desarrollo, pero todas comparten una misma dirección: ampliar las capacidades del cuerpo humano más allá de sus límites naturales. Mientras algunas ya se comercializan, otras se prueban en laboratorios con fuertes inversiones privadas. El futuro no llega de golpe, se filtra en avances como estos. Y cuando queremos darnos cuenta, ya está entre nosotros.

