Amenazas para la Ballena Franca Austral
La Ballena Franca Austral es un cetáceo que vive en los mares y océnos del hemisferio Sur puede avistarse desde las costas patagónicas incluso en la zona donde nace la Ruta 40 en el sudeste de la provincia de Santa Cruz, en el Cabo Vírgenes. Cazada sin piedad estuvo a punto de extinguirse. Hoy está protegida como un Monumento Natural dentro de Parques Nacionales de la Argentina.

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Por Alan Kaplan
Hoy existen otras amenazas para esta especie: la contaminación en los mares y océanos y las infracciones que puedan cometer las embarcaciones que se dedican a la práctica turística del avistaje de ballenas. Para protegerla de su extinción, nuestro país la declaró Monumento Natural Nacional en 1984.
Las ballenas son muy importantes para los océanos. Podría decirse que son ingenieras porque ayudan a mantener saludable sus aguas y ecosistemas redistribuyendo nutrientes a través de los océanos en varias direcciones.
La ballena Franca Austral no es una excepción, debido a que es una de las especies icónicas del mar
Argentino. Hace más de tres décadas fue declarada Monumento Natural Nacional, lo que implica que su estado de protección debe ser absoluto y debe alcanzar a las zonas de alimentación, de cría y de tránsito. Sin embargo, hoy su hogar enfrenta dos amenazas: el avance de la pesca industrial fuera de control en el Agujero Azul y de la industria petrolera.

Su nombre es Eubalaena australis y es una especie de cetáceo de la familia Balaenidae, propia del Hemisferio Sur (de los 20° a los 60° de latitud en los océanos Pacífico sur, Atlántico sur e Índico sur).
Es una de las ballenas más grandes: su tamaño promedio es de 13 a 15 metros de largo en el caso de los machos y alrededor de 16 metros en las hembras. Pesan alrededor de 40 toneladas y al nacer ya miden de 3 a 5 metros, desde el hocico hasta la cola.
Sus famosos callos en la piel funcionan como sus huellas dactilares, identifican a cada ballena durante toda su vida. Son áreas de piel elevadas de más de 5cm de grosor que aparecen en distintas partes de sus cabezas.
Son tranquilas, curiosas y bastante lentas para nadar (como máximo de 9 a 11 km/h). Para comunicarse saltan y dan golpes con sus aletas en el agua.
Las ballenas y otros grandes cetáceos cumplen un rol fundamental para los océanos, ya
que capturan el CO2 de la superficie durante su vida, y cuando mueren sus cuerpos se
depositan en el fondo y quedan almacenado.
En vez de dientes tienen barbas largas, láminas de queratina que cuelgan del maxilar superior. Esas barbas le permiten alimentarse «por filtro»: abren sus mandíbulas mientras nadan, después las cierran, usan su garganta y su lengua para que el agua vuelva a salir de su boca a través de las barbas, lo que permite que el agua salga mientras captura las presas. Su alimento principal es el krill y peces pequeños.
Un tercio de todas las ballenas francas del mundo utiliza las bahías protegidas de la Península Valdés en Argentina como hábitat de apareamiento y parición entre los meses de mayo y diciembre. Además, el vínculo de las madres y su ballenato es el lazo familiar más fuerte que
mantienen. La cría acompaña a su madre durante un año, de la cual aprende las rutas
migratorias y las zonas de alimentación predilectas.
Estas ballenas pueden llegar a verse en Argentina (Península Valdés), Australia, Sudáfrica, Chile, Uruguay, Tristán de Acuña (dependencia británica de ultramar) y Nueva Zelanda.
A diferencia de las ballenas francas del Atlántico Norte y del Pacífico Norte (ambas en peligro de extinción), la ballena franca austral pudo recuperarse tras siglos de cacería comercial.