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OJO CON LAS COLILLAS

Según el primer Informe Integral de Colillas de Cigarrillo de la Sociedad Civil Latinoamericana: «La colilla no es un residuo más, es un RESIDUO PELIGROSO con el que convivimos cotidianamente».

A partir de una simple colilla de cigarrillo, podemos hablar del mundo y de la profunda crisis socioecológica en la que estamos. A esta altura del partido, más allá de las pequeñas acciones, el consumo responsable y los buenos hábitos, es crucial designar responsables públicos y privados que se ocupen integralmente de solucionar este problema.

La industria tabacalera debe hacerse cargo; no solo vende enfermedades, sino también residuos tóxicos que nos afectan diario. 

Las colillas de cigarrillo son el residuo más abundante de la vía pública en el planeta: se estima que los fumadores desechan entre 4.5 billones y 5.6 billones de colillas al año en el mundo, lo que equivale a unas 18.000 millones de colillas por día aproximadamente.

Su incorrecta gestión tiene impactos graves y negativos tanto para el ambiente como para la sociedad. Por eso es tan importante conocer cuáles son sus componentes, los efectos nocivos que provocan en los eco-sistemas y las personas, las características de la industria tabacalera, la legislación vigente al respecto y las distintas alternativas de gestión.

Los cigarrillos están compuestos por tres elementos principales: tabaco, papel y filtro.

En cuanto al tabaco, la planta posee sustancias químicas inherentes —como la nicotina— y otras sustancias añadidas a lo largo del sistema de producción, algunas de ellas clasificadas como potencialmente nocivas para el ser humano o el ambiente.

Por su parte, el papel es tratado con distintas sustancias químicas que se añaden para controlar el color y la combustión.

Por último, los filtros se incorporan para retener las sustancias químicas nocivas para la salud presentes en el cigarrillo. Si bien hay distintos tipos, en la mayoría de los casos se fabrican a base de acetato de celulosa, un polímero artificial difícilmente biodegradable en condiciones naturales.

Los filtros se transforman en colillas una vez terminado el cigarrillo. Cada componente de una colilla ceniza, tabaco no quemado, filtro y papel— puede contener diferentes sustancias químicas que podrían ser liberadas al ambiente con el correr del tiempo, lo que la convierte en un residuo peligroso.

Es muy difícil estimar con exactitud el nivel de contaminación que puede generar una colilla, ya que depende directamente de la composición química del tabaco, el tipo de filtro, la forma de fumar el cigarrillo, las características de la combustión y el ambiente en el que se degrada.

Se estima que el humo de tabaco contiene unos 7.000 componentes, de los cuales casi 70 son sustancias cancerígenas, tales como arsénico, benceno, berilio, 1,3-butadieno, cadmio, cromo, óxido de etileno, níquel y cloruro de vinilo.

Las colillas de acetato de celulosa permanecen al menos 14 años en el ambiente y, mientras se degradan, pueden contaminar el entorno, ya que siguen manteniendo su carga tóxica.

La generación de este residuo que contiene productos químicos y metales pesados representa, sin dudas, una amenaza para las personas, los animales y las plantas. Cuando las colillas se degradan en un medio terrestre, pueden reducir la fertilidad del suelo y afectar la flora y fauna del lugar. Cuando esto sucede en un medio acuático, una sola colilla puede contaminar hasta 1000 litros de agua, perjudicando a todos los organismos que de ella dependen.

A su vez, las colillas pueden emitir al aire sustancias volátiles como la nicotina, la piridina y el benceno. La mala costumbre de arrojar las colillas en la vía pública provoca también la contaminación de espacios públicos y de recreación, y expone tanto a animales y seres humanos —especialmente niños y niñas— al riesgo de ingesta.

Según una encuesta de Eco House Global realizada entre 2017 y 2020 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, a más de 10.000 fumadores para la campaña #OjoConLaColilla, más del 70% de los entrevistados arroja la colilla al piso en un acto automático. Esto ocurre tanto en espacios públicos urbanos —calles, veredas y plazas—, como en ambientes naturales. Muchas de estas colillas son arrastradas a los desagües por el viento o las lluvias y así llegan hasta los arroyos, ríos y océanos.

Las sustancias peligrosas presentes en las colillas pueden también ingresar al cuerpo de forma indirecta a través de la cadena alimentaria y provocar efectos adversos en la salud. Incluso si
se desechan adecuadamente, las colillas de cigarrillos son residuos sólidos tóxicos que requieren una
gestión diferenciada.

Gracias al impacto de la campaña #OjoConLaColilla, que consiguió, entre otros logros, la instalación mediática de este problema, la sanción de la Ley de Prohibición de arrojo de colillas de cigarrillos en el espacio público en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la sanción de leyes relacionadas en distintas provincias de Argentina y países de América Latina, e inspirar diversas iniciativas privadas y públicas de reducción, reciclado y tratamiento de colillas; ya estamos prontos a presentar una ley de REP para que las empresas y los productores tabacaleros tengan la obligación de implementar un manejo especial de este residuo.

En términos de acción individual, cada persona puede tomar un rol activo y transformarse en un agente del cambio transmitiendo sus conocimientos y experiencias a otras personas. Para eso, el primer paso y más importante es informarse sobre el problema de las colillas.

Otras alternativas de acción son formar parte de campañas de activismo, realizar encuestas y cuestionarios, capacitar a otras personas a través de charlas o con información en redes sociales, organizar limpiezas y recolecciones de colillas para disponerlas correctamente según las posibilidades de cada espacio, hacer portacolillas o cestos exclusivos para colillas, investigar sobre las oportunidades de tratamiento y/o reciclado, hacer un emprendimiento de triple impacto relacionado, entre otras.

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