Reconstruyendo la historia a partir de sus anillos de crecimiento

Por Ignacio Mundo

Ingeniero Forestal y Doctor en Ciencias Naturales. Investigador Adjunto del CONICET en el Laboratorio de Dendrocronología e Historia Ambiental del IANIGLA-CCT CONICET Mendoza y Profesor Adjunto de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo.

Los árboles, a pesar de no tener cerebro, tienen la capacidad de registrar su historia de vida. Estas plantas producen su propio alimento a partir de un proceso fundamental llamado fotosíntesis que le permite cumplir con todas sus necesidades y hace posible el crecimiento. Las hojas constituyen “las usinas” de las plantas en donde ocurre este proceso. Para ello, deben obtener recursos, como el agua, la luz y los nutrientes, del sitio en donde viven. Sin embargo, estos varían en función de las condiciones climáticas de cada año y de la capacidad para obtenerlos de acuerdo a las relaciones de convivencia con otras plantas y animales.

Los árboles se caracterizan por tener un tronco o tallo principal de consistencia leñosa. Al ver un corte transversal, podemos reconocer círculos concéntricos de madera. Estos anillos corresponden al crecimiento anual. A simple vista podemos distinguir que los mismos no tienen el mismo ancho: algunos son más gruesos que otros. Esto se debe a que los árboles no pueden obtener recursos de la misma manera a lo largo de sus años de vida. En aquellas temporadas con una abundante oferta de recursos, los árboles pueden generar anillos anchos. Por el contrario, en años con sequías, temperaturas inapropiadas y menor disponibilidad de nutrientes, los árboles se encuentran estresados y, por lo tanto, forman anillos angostos.

De esta forma, las variaciones ambientales quedan registradas en los anillos de crecimiento anuales en una secuencia temporal comparable a la bitácora de un barco. Debido a la gran longevidad de los árboles, como los alerces que alcanzan los 3600 años de vida, estas plantas nos proveen de archivos históricos únicos por su longitud temporal.

La dendrocronología (del griego ‘dendron’=árbol, ‘chronos’=tiempo, ‘logos’=estudio) es la ciencia que utiliza los anillos de los árboles fechados en su año exacto de formación para reconstruir la historia ambiental y datación de procesos ecológicos y eventos históricos. En función de su área de aplicación, existen diversas sub-disciplinas: dendroclimatología, dendroecología, dendrogeomorfología, dendroaqueología, etc. En los casi 40 años de existencia del Laboratorio de Dendrocronología del IANIGLA-CONICET se han empleado métodos dendrocronológicos para una enorme cantidad de investigaciones científicas de naturaleza muy variada. Solamente por contar algunos ejemplos, a partir del análisis de los anillos de crecimiento se han podido reconstruir las temperaturas del norte de Patagonia para los últimos 3620 años, generar un atlas sequías para el sur de América del Sur desde el año 1400, reconstruir las variaciones del río Neuquén para los últimos 654 años, conocer la historia de incendios forestales, fechar sitios arqueológicos del Altiplano y datar restos y determinar la procedencia de naufragios, entender la dinámica forestal de los bosques de Patagonia, la región del Monte, Yungas, etc.

El estudio de los anillos de los árboles no es solo útil para conocer y entender el pasado, sino también para predecir cómo podrían responder los ecosistemas forestales a las condiciones ambientales futuras. En la situación actual de cambio climático, esto resulta de gran interés para la conservación y manejo sustentable de los bosques en su carácter de proveedores de infinidad de productos y servicios ecosistémicos